A nadie le amarga un dulce y más si tiene el sabor del cacao. En la capital existen grandes obradores artesanos con el más delicioso chocolate
Para Valle-Inclán el chocolate era “pan de dioses”. Un producto que seguramente saborearía a la taza en el transcurso de alguna de las muchas tertulias literarias que tanto éxito tuvieron en su época. No faltaba en ellas esta popular bebida a base de cacao, introducido en España desde América. Al principio solo lo degustaba lo más granado de la sociedad, incluida la Casa Real, responsable de que llegara al resto de Europa.
Es en el siglo XIX cuando su consumo se populariza y comienzan a surgir fábricas que también lo elaboraban en pastillas. Las más destacadas en Madrid fueron La Colonial, aún en activo, Matías López, con su famoso anuncio de gordos y flacos, y El Indio, en la calle de la Luna, que tenía su propio molino. En los obradores de hoy en día encontramos a grandes maestros que trabajan con el chocolate como materia prima. Todo un arte.
Ricardo Vélez tenía veinte años cuando entró a trabajar en Lhardy. Hoy, premio al mejor pastelero de la Academia Internacional de la Gastronomía mediante y con tres locales propios en la ciudad, conecta de nuevo con sus orígenes. Acaba de ser nombrado responsable de la oferta dulce del centenario restaurante, un lugar por el que siente “un especial cariño”. El conocido como Chef del Cacao tiene un vínculo emocional total con nuestra ciudad. También, Moulin Chocolat, situada junto al parque de El Retiro, que cumplió en 2021 quince años de vida.
Su escaparate es toda una tentación, repleto de exquisitos productos en los que están presentes la influencia francesa de Ricardo y su amor por el chocolate. Aunque la fama se la llevan sus macarons y roscones, hay muchas otras delicias que no hay que dejar de probar, como las muy solicitadas palmeras y trufas.
En Moulin Chocolat utilizan, principalmente, chocolate Guanaja 70% de Valrhona, intenso y elegante, una mezcla de cacaos americanos criollos. Para sus galletas Happy Manjari se decantan por el chocolate Manjari, puro Madagascar, con un toque de sal. Y, sí, tal y como sugiere el nombre, comer una, o varias, ¡te alegra el día!
Natural de la isla de La Palma, Carmen Capote ha convertido, en apenas tres años, una pequeña tienda del Barrio de Salamanca en destino obligado para los más golosos. Sí, esta es una bombonería de autor. Cuando era pequeña a Carmen iba siempre a buscarla al colegio su padre con una tableta de chocolate. Un día se dio un atracón y ya no lo probó nunca más, hasta que llegó a Le Cordon Bleu de París, donde estudió. Este local, y el que hace poco abrió en la calle de Zurbano (número 54), es para ella “un sueño hecho realidad”.
A destacar sus bombones, de diferentes colores y sabores, tabletas creativas con toppings sorprendentes, trufas y orangettes, gajos de naranja confitada bañados en distintos chocolates. Todos los productos son elaborados a mano diariamente en el obrador. Hagámosla caso: “el chocolate es magia, es felicidad”.
Probablemente no haya en todo Madrid un maestro chocolatero tan carismático y divertido como Paul-Hector Bossier, nacido en Gante pero gran amante de nuestro país. Sobra decir que es auténtico chocolate belga el que utiliza en su obrador, en pleno Madrid de los Austrias, para hacer todas y cada una de sus creaciones, con legiones de seguidores en el barrio y más allá.
En su tienda lo mismo te encuentras una figura de Tintín y Milú realizada en chocolate que un Oso y un Madroño, símbolo de esa fusión cultural de la que hace gala. Su especialidad son las trufas, con rellenos de lo más variados (café, naranja, coco…), al igual que sus acabados.
En esta época no hay que dejar de probar su chocolate caliente, listo para llevar, aunque seguramente haya quien prefiera sus bombones (de chocolate blanco o negro, rellenos de avellana, con naranja y hasta con tomate seco) y sus gofres de Lieja. Un trabajo artesano que cualquiera puede ver en vivo y en directo.