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El mítico bar El Palentino reabre en el barrio de Malasaña

Comenzamos la semana con una excelente noticia, El Palentino, el mítico bar de Malasaña que cerró tras la muerte del mítico Casto, acaba de reabrir con una propuesta que mezcla tradición e innovación. ¡Larga vida al Palentino!

El Palentino (calle del Pez, 8) acaba de reabrir en Malasaña, después de pasar casi un año cerrado. Periodo durante el cual se vendió el local y luego se arrendó (a 10.300 euros al mes) para albergar en él un bar-restaurante de nuevo cuño pero con muchas referencias al pasado y a la historia de un local que se ganó un hueco en el corazón de vecinos y visitantes de Madrid por sus precios baratos, su ambiente y su servicio, con Casto a la cabeza.

Antes de que los nostálgicos y defensores de su antigua barra de chapa se lleven las manos a la cabeza, hay que recordar que a punto estuvo este local de convertirse en una franquicia (del grupo Restalia, los del 100 Montaditos). Con esta perspectiva entramos en el nuevo Palentino para comprobar cómo los socios Martín Presumido y Narciso Bermejo (el primero un empresario gallego de éxito, el segundo un hostelero comprometido con sus destilados caseros y también con el barrio) han dado completamente la vuelta a este espacio para aprovechar sus enormes ventanales y techos altos, con un estilo propio y continuas referencias a su pasado.

Del antiguo Palentino queda el mármol de sus escaleras de bajada al sótano, el diseño de sus lámparas fluorescentes y las fotos con las que lo inmortalizó Jonás Bel, que están colocadas estratégicamente para recordar lugares concretos del antiguo local, ahora museizado. Todo lo demás ha sido renovado por el estudio Happy Ending, siguiendo un estilo con referencias a los locales clásicos, con la barra situada en el lado opuesto. Las mesas siguen siendo pequeñas pero se ha ampliado su número colocando varias en el sótano, donde antes solo estaban los baños.

En cuanto a la carta, pervive el pepito de ternera (ahora a 6,50 euros), el sándwich mixto y otros bocadillos, además de platos como la ensaladilla rusa y los garbanzos con morcilla. A ellos se añaden muchos platos típicos del brunch como los huevos benedictinos, tostadas, croissants o tortitas de salmón ahumado. Dentro de los platos modernos, no pasen por alto las croquetas de centollo, los chipirones encebollados con patatas, las almejas gallegas a la sartén, la lasaña de rabo de toro, el aguacate asado con canónigos y hummus de pepino…

Para beber, por supuesto hay cerveza, tirada con gracejo. Y vinos, una oferta más amplia y cuidada (blancos, tintos, espumosos, hasta alguna referencia argentina y chilena). Pero aquí lo importante son los destilados. Bermejo defiende que el futuro de los bares está en volver al pasado, a cuando eran conocidos por elaborar sus propios orujos, pacharanes, licores… Eso exactamente es lo que ha hecho aquí: una línea exclusiva para el Palentino de vodka, ron, whisky y ginebra macerados con diferentes productos, como palos de canela y piel de naranja, mora, frambuesa y arándanos, almendras tostadas… Hay combinados de nombres que rinden homenaje al viejo establecimiento, como La Tragaperras (ron macerado con cítricos, zumo de lima, jengibre y moras), Pilingui (tequila con frutos rojos, frambuesa, jalapeño y lima) o Paluego (ginebra Palentino, tripleseco, bíter de naranja y refresco natural de lima).

Es verdad que los precios ya no son iguales. Pero, aviso a navegantes, un cartel a pie de barra dice lo siguiente: “A veces hoy es ayer. Martes y jueves, en horario limitado, los precios de ayer con la calidad de hoy. ¡Larga vida al Palentino!”.

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